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Sólo dos
El Jeep Wrangler no es un vehículo con el que viajar por autovía y disfrutar de alguna excursión por el campo, como ocurre con la mayoría de los SUV y con algunos coches considerados como todoterrenos. El Wrangler es, sencillamente, un coche para circular por terrenos exigentes y superar los obstáculos más difíciles. No es apto para ir por carreteras rápidas. Realmente, podría decirse que no es apto para ninguna carretera asfaltado.
Al Wrangler no le sienta bien la carretera. Es un vehículo muy incómodo por la dureza de las suspensiones, los baches y las irregularidades del asfalto se dejan sentir mucho, así como las vibraciones y el ruido del motor diésel de origen Fiat que, por cierto, es bastante “gastón”. Pero, en cuanto abandonamos la carretera para adentrarnos en una pista forestal, el todoterreno americano saca a lucir sus verdaderas armas.
Cuenta con todo un arsenal de sistemas para que circular por rocas o barro sea pan comido. La altura libre al suelo es de 26 centímetros y tiene unos ángulos impresionantes. El de entrada es de 37’8 centímetros, el ventral es de 24’5 y el de salida es de 29’7. A esto hay que añadir unos recorridos de ruedas que pueden llegar a los 50 centímetros, unos bloqueos de diferencial trasero y delantero y una tracción total que se activa con una palanca al lado del cambio, como los antiguos 4x4. En condiciones normales, el Wrangler traslada la tracción al eje posterior y sólo cuando se circula en el campo y en terrenos deslizables hay que activar el eje delantero.
Y, como no puede ser de otra forma en un verdadero todoterreno, el Wrangler dispone de una muy eficaz reductora, con una primera marcha que permite ir a una velocidad muy baja a la hora de subir y bajar fuertes pendientes o superar obstáculos muy exigentes, como terrenos muy rotos o zonas rocosas. Por si fuera poco, también cuenta con un control de descensos para hacer las bajadas con mayor seguridad. Con todo esto, a la hora de transitar por este tipo de superficies, hay que hacerlo de forma tranquila y a baja velocidad, debido al rebote de los ejes rígidos.
El motor diésel 2.8 es muy ruidoso y transmite vibraciones notablemente al interior, vibraciones que se dejan sentir en el volante, cambio y pedales. Además, tiene un consumo de combustible bastante elevado, superando fácilmente los 10 litros cuando circulamos por carretera. El motor V6 3.6 de gasolina supera holgadamente esa cifra, pero cuenta a favor de un funcionamiento más suave y refinado, apenas se sienten vibraciones en el interior.
La gama de motores se limita a dos opciones, una diésel y otra de gasolina, con 200 y 284 caballos respectivamente. El cambio puede ser manual o automático de cinco velocidades, según versiones y la tracción es al eje trasero y a las cuatro ruedas.
Se trata de un bloque V6 3.6 con 284 caballos y un par máximo de 347 Nm. Va siempre asociado a un cambio automático de cinco velocidades. Acelera de 0 a 100 km/h en 8’1 segundos y declara un consumo medio de 11’4 litros.
En este caso es un 4 cilindros turbodiésel con 2.8 litros de cilindrada que entrega 200 caballos y un par máximo de 410 Nm. Acelera de 0 a 100 km/h en 10’6 segundos y homologa un consumo mixto de 7’1 litros. Puede ir acoplado un cambio manual o automático.