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Sólo un motor y de gasolina
El Hyundai Genesis es un coche que prioriza ante todo la comodidad. Tiene unas suspensiones blandas que, unido a la insonorización del habitáculo y al funcionamiento suave del motor, dotan a la berlina coreana de una gran calidad de rodadura cuando se circula por autovía. Es evidente que su hábitat son las carreteras rápidas. La cosa cambia cuando afrontamos tramos de carreteras reviradas, donde se nota más su peso, más de dos toneladas, y una respuesta poco menos efectiva del cambio automático de ocho relaciones.
El motor tiene una potencia considerable, 315 caballos, pero está perfectamente combinado con el cambio, de manera que entregue toda esa potencia de forma progresiva. Eso hace que no tenga una aceleración demasiado contundente y se muestre algo perezoso a bajas vueltas. Sin embargo, permite circular a velocidad de crucero con la aguja en la zona baja del cuentavueltas, permitiendo un gran silencio de marcha y sin que se dispare el consumo de gasolina.
El cambio automático tiene funcionamiento suave, con saltos de una marcha a otra casi imperceptibles. Pero. Cuando queremos exigirle una conducción más dinámica, se muestra algo lento a la hora de reducir varias marchas de golpe. Hay tres modos de conducción: Confort, Eco y Sport. Este último endurece un poco la dirección, las suspensiones y ofrece una respuesta más viva del motor, aunque las sensaciones distan mucho de una conducción deportiva.
Uno de los puntos débiles del Hyundai Genesis es su gama de motores, reducida a una única mecánica de gasolina. No hay ninguna alternativa diésel, que suelen ser las versiones más vendidas en Europa en este tipo de berlinas.
Se trata de un bloque de gasolina atmosférico V6 GDi de 3.8 litros que desarrolla 315 caballos a 6.000 rpm y un par máximo de 397 Nm a 5.000 vueltas. está asociado a un cambio automático de ocho relaciones de tipo convertidor de par, que transmite la potencia a las cuatro ruedas. Acelera de 0 a 100 km/h en 6’8 segundos y declara un consumo medio de 11’6 litro