Entre un monovolumen y un utilitario
La imagen que transmite el Honda Jazz es, efectivamente, la de un pequeño monovolumen urbano, combinada con un diseño un tanto peculiar, muy japonés, aunque no deja de ser original y diferente a lo que hay en el resto del mercado. Tiene un capó corto y un parabrisas muy prolongado, que casi llega al pilar B. De esta forma, acentúa la sensación de amplitud en el interior. En el frontal, destaca la parrilla que parece abrazar a los faros, perfectamente integrados en ella. En el lateral luce un marcado pliegue que cruza la cintura hasta conectar con los pilotos traseros. La parte posterior es donde muestra un diseño algo más atrevido, con líneas menos acordes con el gusto europeo.
El diseño atrevido no sólo forma parte del exterior, sino que también caracteriza el interior del Jazz. El salpicadero de este monovolumen está presidido por la pantalla del sistema multimedia ligeramente escorada hacia el conductor, para facilitar su visión. El diseño del salpicadero presenta una imagen un tanto barroca y un volante con demasiados botones. El puesto de conducción es muy bueno y la amplitud del parabrisas permite una visibilidad total y la entrada de mucha luz. El espacio para los pasajeros, especialmente, en las plazas traseras es muy amplio, incluso más que en coches de mayor tamaño.
Dinámicamente, el Honda Jazz no destaca por unas prestaciones muy vivaces, más bien todo lo contrario. Es un coche enfocado al confort y a una conducción suave, sobre todo, en ciudad, que constituye su principal entorno. Dispone sólo de un motor de gasolina de 103 caballos, de funcionamiento agradable por suavidad y poca rumorosidad, asociado a un cambio manual de seis marchas o automático CVT de variador continuo.