Agradable, pero no muy espacioso
El Mazda3 presenta un interior muy agradable y ergonómico, que transmite una sensación de calidad muy elevada, a la altura de los rivales premium del segmento. El salpicadero tiene un diseño muy horizontal y está revestido con cuero y plástico blando con un buen mullido. En la parte superior, tiene una pantalla de 8,8 pulgadas poco integrada, pero a una altura buena para no apartar la vista de la carretera. Al no ser táctil, se maneja desde un mando ubicado en el túnel de transmisión, donde también se ubica la palanca del cambio. La climatización se gestiona desde unos controles físicos situados en una sencilla consola central.
El cuadro de instrumentos presenta un diseño claro, organizado en tres esferas que proyectan toda la información. La del centro es una pantalla de 7 pulgadas compatible con Apple CarPlay y Android Auto con el velocímetro e información relativa a la conducción. Las esferas de los laterales ofrecen el cuentarrevoluciones, la temperatura del motor, nivel de combustible y otros parámetros. De serie, cuenta con un Head Up Display que proyecta la información sobre el parabrisas.
El espacio en el interior del Mazda3 está condicionado por el diseño de la carrocería. Si bien resulta muy atractivo, penaliza el acceso a las plazas traseras, porque es fácil golpear la cabeza con el techo. Una vez dentro, el espacio es correcto para las piernas y anchura, pero no para la cabeza. Además, la ventana es muy pequeña y puede crear cierta sensación de claustrofobia. En las plazas delanteras la cosa cambia y, en general, la habitabilidad es buena.
El maletero también se ve penalizado por la estética. Pierde seis litros, con respecto a la generación anterior, dejando un espacio de carga de 358 litros, similar al de otros rivales y lejos de los casi 400 litros del Peugeot 308 o los 478 litros del Honda Civic. Además, la boca de carga no es muy amplia y el umbral queda elevado. Tampoco está equipado con ganchos y argollas para sujetar la carga.